HABLEMOS DE IDENTIDAD

Un bebé está envuelto en una manta

La palabra identidad está a la orden del día, ¿verdad? Escuchamos a muchas personas que nombran constantemente este término, en muchas ocasiones acompañada de algún “apellido”. Nos citan su “sentimiento de identidad nacional”, la protección de “nuestra identidad “ en la Ley de protección de datos algunos hablan de “crisis de identidad”, etc.

Según la Real Academia Española la identidad es: ”el conjunto de características de un individuo o grupo que nos permite diferenciarlos del resto”.

Como prima-hermana de esta palabra, podríamos citar muchas otras, pero el concepto que nos transmite es la exclusividad o la distinción de los individuos de manera particular y única.

Nuestra identidad o particularidad personal es más que un concepto abstracto. Tiene una vertiente pragmática y legal. Esta identidad tiene que ser portada mediante documentos y demostrada cuando sea necesario. ¿Quién de nosotros puede acceder a un examen oficial sin presentar documentación que confirma nuestra identidad? ¿A quién le permiten embarcar en un vuelo si no ha demostrado antes quién es mediante su DNI?

Y aquí llegamos al meollo del asunto: ¿Cuándo tiene comienzo nuestra identidad? ¿Qué métodos tenemos para identificar a las personas?

Una prueba de ADN nos dice quiénes somos desde el punto de vista biológico, distinguiéndonos de cualquier otro ser humano de los 7.700 millones que habitan en nuestro planeta. Sin embargo, en gemelos homocigotos (gemelos idénticos que han surgido de la división de la unión del ovulo y espermatozoide fusionados en la fecundación) la carga genética es idéntica, y no nos permitiría reconocer o distinguir uno del otro. Sí podemos hacerlo mediante sus huellas dactilares que son distintas. Las huellas dactilares tienen un complejo modo de desarrollo. No solo influyen factores genéticos sino congénitos porque las huellas dactilares se ven influenciadas por la presión del líquido amniótico que experimenta la superficie de los deditos de los bebes intrauterino. ¿Desde cuándo? Los fetos intrauterino ya tienen huellas dactilares desde un tiempo tan temprano como las 10 semanas de gestación. O dicho de otro modo, un bebe de tan solo 10 semanas de gestación ya tiene identidad comprobable con solo una observación externa. Una identidad que le distingue de cualquier otro feto en desarrollo de cualquier otro útero de cualquier otra mujer. Así que, además de ser único en su genómica desde el día 1 de la concepción, ya desde las 10 semanas de gestación (recordemos dentro del periodo legal de aborto en nuestro país) el bebe externamente ya muestra signos de su individualidad. Esto nos deja muy lejos del pensamiento popular de que un embrión o un feto es un conglomerado celular impersonal alejado de lo que es un ser humano.

Pero además, la Biblia nos habla de cuán importante es para Dios nuestra identidad desde el vientre materno. Y es que Dios no necesita ecógrafos o fetoscopias para observar al ser humano, aun dentro del lugar que es descrito en Eclesiastés como “el lugar más profundo de la Tierra”. Y es por eso que él que sería el hombre denominado como el más grande entre los nacidos de mujer, Juan el Bautista, salta de alegría siendo aún un bebe intrauterino con la noticia de la gestación del que sería su Maestro.

Y Dios nos habla en numerosas ocasiones de personas apartadas para su servicio ya desde el vientre de sus madres. (Jeremías 1:5; Jueces 16:15).

Por lo tanto, un feto es una persona desde el punto de vista bíblico, biológico y humano ya que posee su identidad única que le distingue de cualquier otro ser humano, independientemente de su nivel de dependencia nutricional, el sustento materno o falta de autonomía personal.

A través de mi trato diario con mujeres embarazadas compruebo que ellas se refieren a sus pequeños durante el embarazo con su nombre de pila desde pocas semanas de gestación o como mi hijo/a, en el caso de aún no haber escogido el nombre de su bebe. Sin embargo, nunca le he escuchado a una mujer decir, “¿cómo está mi embrión?”. Así que, de manera espontánea y natural mentalmente una mujer no piensa en un conglomerado celular impersonal, a menos que se intente convencer de ello a si misma por una crisis emocional en el contexto de un hijo no deseado. Por eso, cuando se produce un aborto se genera un cortocircuito neurológico y emocional, resultando en un shock post-traumático. Incluso en mujeres con una decisión voluntaria de abortar puesto que la remodelación cerebral y la transformación del sistema nervioso central, además del resto del organismo, para recibir una vida y cambiar el rol de una mujer a madre ocurre desde el inicio de la gestación, no cuando esta pare o da a luz.

Todos los esfuerzos para negar la identidad de un feto o sus derechos como ser humano palidecen cuando, de manera objetiva y en una sumisión a la observación y sin prejuicios, nos asomamos al milagro de una vida intrauterino. Y la embriología no deja de maravillarnos a medida que la estudiamos, porque nos habla muy fuerte de un Creador Inteligente y para Quien, desde el útero materno, nuestra identidad importa.

Susana Cossio Losa

Matrona