Estas son las palabras de nuestro hermano, el evangelista de Louisiana, Jesse Duplantis. Hace más de veinte años llegó a mis manos un libro suyo titulado: “El Cielo: Encuentros íntimos del estilo de Dios”. Me quedé maravillada de los destellos de revelación de este glorioso lugar que Dios posee y que tiene reservado para todos Sus hijos. Muchos años después, volví a escuchar al hermano Duplantis hablar de su increíble experiencia cuando Dios lo arrebató al cielo por unas cuantas horas en 1988. Se lo compré a mi hija de trece años, quien lo devoró a una velocidad récord, y luego, me lo pasó a mí.
La parte en la que describe a niños en el cielo la atesoro especialmente en mi corazón, pues tengo dos hijitos allá, quienes no pudieron ver el sol de este mundo, al partir en el primer trimestre de embarazo, pero que están contemplando el Sol de Justicia (Jesús) por toda la eternidad en Su Reino celestial. (Malaquías 4:2)
Sé cuánto este relato de Jesse Duplantis puede bendecir a tantas madres y padres, por eso lo he traducido. ¡Oh, qué gozo y esperanza va a traer a tu corazón este corto pasaje! Ten algún kleenex cerca:
“De repente, escuché a niños cantando y alabando a Dios. Entonces los vi. Portaban pequeñas arpas. Y pensé: “¿Qué están haciendo estos niños aquí?” Como mencioné anteriormente, teológicamente yo había sido enseñado que no había niños en el cielo.
Así que, le pregunté al ángel:
-¿De dónde han venido todos estos niños?
-Estos son los niños que la tierra no ha querido, -respondió, -Dios los ha traído aquí.
-Pero yo pensé que la gente iba al cielo porque decidían ir (al depositar su fe en Cristo Jesús y rendirle su vida).
-No, Jesse, los niños deben ser enseñados los oráculos de Dios.
Vi que mucha gente estaba enseñando a todos esos niños, así que, entendí que Dios estaba usando tanto a creyentes como a ángeles para enseñar a otros en el cielo acerca de Él. Entonces le pregunté:
-¿Estás hablando de abortos?
Él respondió:
-Sí. Estos niños no pueden esperar el ver a sus madres.
La edad de los niños que vi parecía entre tres y diez años. Los bebés estaban en otro lugar. Jesús se apareció a los niños. La gente había estado alabando con gozo a gran voz, y aquellos niños estaban tocando bellas canciones con sus arpas y cantaban. Todos estaban entusiasmados. Entonces, escuché un susurro. Las personas que vestían túnicas miraron hacia la ciudad. La gente a mi alrededor empezó a decir:
-¡Él viene! ¡Él viene! ¡Él viene!
Yo le pregunté al ángel: ¿Quién viene?
-Vas a ver al Santo -dijo él.
De repente, vi una Luz viniendo de la ciudad, pero estaba lejos de mí. Los niños corrieron hacia la Luz ¡Entonces supe que era Jesús!
No pude ver Su rostro porque yo estaba demasiado lejos.
Lo único que pude ver fueron Sus manos que se extendían hacia los niños, mientras los pequeños tocaban y cantaban y le abrazaban. ¡Aquellos niños adoraban a Jesús! Entonces le escuché decir: -Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. (Marcos 10:14)”
Beatriz Suárez
Colaboradora de AESVIDA