Ante un embarazo no deseado hay mujeres que se plantean un aborto. Sería interesante definir “no deseado” en cada caso concreto, puesto que es un concepto muy general y poco objetivo. ¿Hay alguna dificultad real en la salud del bebé y la mama? ¿Hay un problema económico-social en la familia? ¿Está la mujer sola sin apoyo? ¿La madre es una adolescente?¿Tiene alguna vulnerabilidad respecto a su salud mental?. A diferentes dificultades, diferentes planes de actuación. Y no, el aborto no es el denominador común que lo soluciona todo.
El aborto es la solución “fácil” para las administraciones sanitarias y para los gestores económicos. Por supuesto, aunque un aborto es costoso y en este país cubrimos con impuestos este gasto millonario, aún es mayor el gasto de ayudar a nacer, apoyar a una madre y dar una oportunidad de vida y desarrollo a ese ser humano que se está gestando.
Cuando medimos las oportunidades de los seres humanos en conceptos monetarios, nos lleva a querer instaurar la cultura barata de la muerte. No estamos dispuestos en invertir dinero en ofrecer vida, aunque si lo hacemos para ofrecer muchas otras cosas de las que las personas se han creado una necesidad ficticia para la compra de votos y el sometimiento de las masas.
Esta tendencia nos lleva a dejar en manos de las mujeres la decisión de continuar con su embarazo. Con frecuencia he observado cómo se pone peso en las dificultades que van a surgir si sigue adelante con el embarazo, sobre todo en los casos de algún problema de salud con el pequeño, en un lado de la balanza, mientras no se contrapone en el otro ningún tipo de apoyo, ayuda o estrategias que podrían ayudarle a seguir su embarazo y criar a su hijo.
Dicho de otro modo: la mujer tiene la libertad de escoger pero el planteamiento que le hacemos de la situación la condiciona. Bastante paradójico que vendamos como libertad o un derecho a escoger si acabar con la vida de su hijo o no. Como si esto fuera una decisión que una mujer quisiera tomar. Como si esa decisión le diera la libertad, cuando en realidad le impone una carga y una responsabilidad que debe tomar sola ante unas circunstancias difíciles. No, la libertad única de elegir de una mujer no es darle alas, es cortárselas dejando sobre sus espaldas, y solo las suyas, el cargo de la responsabilidad terrible de acabar con su hijo.
Con el aborto se acaba la esperanza. No hay marcha atrás ni vuelta de hoja a una situación. Una vez has vaciado un útero, el bebe no volverá jamás. Es una decisión irrevocable. Una vez una mujer ha abortado, comienza su necesidad de restauración personal pero su bebe no volverá nunca. En cambio, la continuación del embarazo abre una puerta a una mejora. Una puerta a la esperanza. Una puerta a comenzar un plan para poner en marcha unos medios de sostén a ese niño y esa mamá. ¿Cuántas veces en nuestras propias vidas hemos pasado por circunstancias difíciles, sin fuerzas, con angustia, y con la sensación de que nunca podríamos con esa carga, para después comprobar que las cosas mejoraban, que nuestra fuerza aumentaba y que aquel problema inabordable se volvió asequible? Las personas que llamamos a Dios nuestro Padre lo sabemos y lo experimentamos con veracidad en nuestras vidas. Subestimamos el poder de transformación de una vida en el interior de la mujer al saber que espera un hijo. ¿Qué tal si promocionamos y sustentamos esa ayuda para que esa mujer no renuncie a la felicidad que puede darle la llegada de su hijo y que se ve empañada por circunstancias que la atemorizan? ¿Qué tal si animamos a las mujeres a confiar en Aquel que les dio la vida a ellas y a sus hijos, y que les llama a cada uno con nombre propio?.
Hay circunstancias que imposibilitan que una medre pueda criar a su hijo. Bien. Pero eliminar a su hijo no es una solución positiva para ella. Con frecuencia, se incide en que para una mujer es altamente traumático el seguir un embarazo y dar a luz un hijo no deseado mientras niegan que el aborto es un hecho altamente traumático. Manipulación es lo que es esto.
Hay un versículo en la Biblia que nos dice que es más bienaventurado dar que recibir. Son palabras de Jesús. Hoy, la ciencia ha podido demostrarlas ampliamente en estudios que muestran que una persona con corazón entregado a los demás y cuya vida está enfocada en dar, posee niveles de oxitocina en sangre (la hormona de la felicidad y el bienestar) en un grado marcadamente mayor al resto de la población. Dar es bienaventurado. Y esto se cumple en aquella mujer que continúa su embarazo y da la posibilidad a otra mujer que no puede gestar hijos de tener uno y criarlo cuando su esperanza ya estaba destruida. La entrega de un hijo a otra persona que desea con intensidad esa maternidad que se le niega da una oportunidad a esa madre nueva y restaura el alma y la vida de la que lo entrega. Frente a la desolación de la destrucción del aborto, la esperanza de la reconstrucción y de la curación emocional. En una consulta observamos como una mujer llora desolada porque tiene un embarazo en una situación difícil. Cuando sale por esa puerta, otra mujer entra llorando desconsoladamente cuando le decimos que sus posibilidades de ser madre son inexistentes. El aborto acaba emocionalmente con las dos. No habrá oportunidad de vida para ninguna.
Seguir un embarazo es dar. Dar el derecho a nacer a un niño. Dar a una madre la oportunidad de llegar a aceptarlo y amarlo. Dar a otras la posibilidad de saber que su situación difícil no es vano, pues otra persona reconstruirá su vida con su bebé. Es dar esperanza en un futuro de una posible reconciliación y acercamiento del aquel hijo al que no se pudo cuidar a su tempo. Es esperanza frente a no retorno.
Como sociedad, podemos decidir acunar, apoyar, ayudar, orientar y sostener a las mujeres y sus hijos. O nos posicionamos con esta postura, o nos encontraremos en el camino de la muerte, el no retorno y la no esperanza.
No hay posición neutra. O estas con la esperanza o no.
Susana Cossio
Matrona y colaborador de AESVIDA