ROMPIENDO EL EQUILIBRIO

el cerebro de una mujer

Desde épocas muy antiguas el embarazo ha sido reconocido en múltiples culturas como un don maravilloso. Un tiempo donde se atribuía una introspección, una parada, un ritmo diferente de vida en la mujer, que dejaba de centrarse fuera, para centrarse adentro.

En cualquier libro de obstetricia o fisiología humana, se habla de los cambios emocionales de una embarazada. Por influencia hormonal y por cambio de pensamiento. Y aunque desde tiempos muy antiguos se practicaba el aborto, bien es cierto que a la luz del pensamiento social este era visto como un daño, un mal que intentaba evitar otro daño y, sobre todo, algo que se ocultaba en todo momento debido a la visión tremendamente negativa acerca de su práctica. Era un acto clandestino, y no solo por su ilegalidad, sino porque llevaba como connotación el rechazo social.

Mucho ha cambiado la mentalidad desde entonces, donde en los países más “avanzados” se ha intentado silenciar los gritos del funcionamiento del organismo femenino, la neurofisiología en el embarazo, y la afectación de una madre cuyo embarazo es terminado de manera abrupta. Mucho ignoramos, a pesar del aumento del conocimiento actual, acerca de la orquestación perfecta, precisa e imparable de un cuerpo femenino en el que ha comenzado una vida. Mucho erramos al pensar que si a una mujer no le mostramos la imagen de su bebé intraútero mediante una ecografía, si no hablamos de su bebé como tal y si despersonalizamos a su pequeño(a), todo pasara con cierta facilidad, lo cual es absolutamente incierto.

Desde el primer momento de la concepción, el organismo femenino cambia. Se produce una segregación hormonal para continuar y mantener un embarazo, que afecta también mental y emotivamente a una mujer. Estos cambios están descritos en cualquier manual de embarazo. Adicionalmente, hoy sabemos que además de esa influencia hormonal y esas adaptaciones fisiológicas en una mujer, hay aspectos más concretos que nos hacen replantearnos de nuevo la supuesta inocuidad del aborto.

Hasta hace bien poco, cuando teníamos una sospecha de alguna alteración genética en un feto intrautero, recurríamos a la realización de una amniocentesis. Esta técnica constaba de una punción abdominal guiada mediante ecografía para obtener líquido amniótico, en el que flotan células fetales por descamación, y analizar la carga genética del feto. Hoy podemos simplificar la manera de obtener células fetales. Con un test en sangre materna es suficiente. Y es que, desde las 8 semanas de embarazo, hay células fetales circulando por la sangre materna. Esas células del feto pasan a través de la placenta a la circulación sanguínea materna y pueden ser analizadas con una simple analítica en sangre. Este avance que ha simplificado el seguimiento del embarazo y su control, no termina ahí. ¿Por qué hay células fetales en sangre materna? ¿Por qué atraviesan la placenta y pasan al organismo materno? ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué nosotros las extraigamos para un control? ¡Pues no!. Estas células que circulan por todo el organismo materno tienen una función principal en la neurofisiología de la madre, produciendo cambios a nivel cerebral para preparar el organismo materno para recibir a un hijo o una hija. Y hablamos de solo 8 semanas de embarazo.

Por lo tanto, esos cambios a nivel cerebral junto a los cambios a nivel hormonal producen unos cambios a nivel emocional y del comportamiento, que son más que algo abstracto o un simple pensamiento. Se basan en algo fisiológico, biológico, que no podemos ignorar. Todo el organismo de una mujer se prepara concienzudamente para recibir una vida. Hay un cambio de rol en la mujer orquestado desde la misma biología y desde el pensamiento.

Cambiar el lenguaje, intentar despersonalizar a un ser humano en su etapa intrauterina, o las muchas palabras no son capaces de cambiar la realidad de un organismo de una madre. Porque una mujer no es madre cuando pare, sino desde el mismo momento en que comienza su gestación. En nuestro mundo actual, en general, y en nuestro contexto nacional, España, hay un intento continuo de robar el concepto de persona y ser humano a un feto. Nos hablan de “conglomerados celulares”… ¿Acaso no lo somos cada uno de nosotros?. Entre un feto y nosotros no hay ninguna diferencia biológica, excepto tiempo. Un embrión tiene toda la capacidad pluripotencial de desarrollo. No hay nada que añadir a un embrión para ser un ser humano adulto. Contiene toda la información genética y toda la potencialidad de formación de células, tejidos, órganos y sistemas. Solo tiempo. Esa es la diferencia. Pero la misma esencia humana.

Detener la gestación de una mujer no es un asunto baladí. No solo acaba con la vida de su hijo en desarrollo, sino que acaba con la propia madre, pues atenta contra la propia fisiología de su organismo. Tal daño no puede quedar indemne y desarrolla, de una manera más clara y en la superficie o de otra más tacita y aparentemente oculta, el síndrome de estrés post-traumático y un proceso de duelo en una mujer.

Y es que, una vez más, la simple observación del milagro de una vida y la obra de ingeniería perfecta de un Creador y Dios amoroso, no deja espacio a la duda de que El todo lo hace bueno. Y cuando nos oponemos a su idea, nosotros solo causamos daño y desolación.

La reflexión acerca de todo ello, no puede dejarnos indiferentes. Debemos tomar determinación acerca de este asunto. ¿Estamos a favor del derecho a la vida, base sobre la que se sustentan el resto de los derechos humanos, o miraremos a otro lado?

 

Susana Cossio Losa

Matrona

2 comentarios en «ROMPIENDO EL EQUILIBRIO»

  1. ME PARECE ALGO MUY FUERTE EL HECHO DE QUE NO SE DIFUNDA ESTA INFORMACIÓN EN LOS MEDIOS…O QUE ESTOS NOS LA OCULTEN.
    MUCHAS GRACIAS 😊 POR COMPARTIR!

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